miércoles, 6 de mayo de 2015

Convergencia o continuismo

¡En esta esquina…!

Convergencia o continuismo 

Por: Manuel Salazar

Es la perspectiva política, si se quiere un cambio de gobierno en el 2016 que a su vez es la posibilidad más inmediata  de  un cambio en el rumbo del país.

No presumo de ninguna manera que en el país político solo existen de un lado las fuerzas que integramos el esfuerzo denominado Convergencia, y de otro el PLD-Estado y sus aliados.  No, refiero a una política; al planteamiento de que una convergencia de fuerzas políticas y sociales es la que puede poner fin al continuismo en el 2016, y que ese hecho es el que haría posible ahora, en la coyuntura en curso, una modificación en el contenido y las maneras de las políticas que prevalecen en el país.

Sin esa convergencia el cambio es prédica, buena; pero prédica.

La  oposición  integra  un conglomerado de fuerzas y sectores dispersos,  con niveles de posicionamiento y orientaciones políticas e ideológicas también diferentes, cada cual con una posible cuota de votantes, que se nutren  del mismo caudal.

Lo que cada uno de sus integrantes podría lograr como resultado de la comunicación   con el electorado, sería sobre la base de quitárselo a otro opositor.

En cambio, el voto PLD es único, grande, establecido, con posibilidades mínimas de desafección. Se  mantendría  en lo fundamental unido.  La experiencia dice  que el PLD solo vota por el PLD.  Dispone además  de todos los resortes del Estado.

Las  posibilidades  de  dispersión  del voto, están en la oposición.

Soy consciente de que una alianza amplia opositora tiene inconvenientes que superar; uno de ellos es la constante histórica de un sector político y social que adversa al peñagomismo  por una actitud de clase respecto a la composición social mayoritaria de esa tendencia; a pesar de que con las consabidas inconsecuencias, esa es, junto a la Izquierda asentada en lo popular,  la principal responsable de  la  apertura del  proceso democrático en 1978 y de las tímidas reformas democráticas que se han conocido en el país desde la caída de Trujillo.

Pero hay que hacer esfuerzos en base a planteamientos programáticos renovadores que pudieran encantar a ese litoral.  Hay que quitar razones a aquella negativa, insisto histórica.

La búsqueda de una alianza amplia no excluye la crítica, sino que la presupone, siempre en el interés positivo de llamar a que se desechen prácticas del pasado.

En ese entendido hay que decir que si hemos llegado a una situación de inmovilidad política general, al dominio de un solo partido, y a que la reelección siga siendo una figura que viene y va, las culpas son principalmente de  los  que han ostentado el poder; entre estos el sector perredeísta, que dicho sea otra vez, es el único que ha empujado reformas mínimas de contenido democrático; pero que ha sido tímido en promover cambios políticos y sociales que renovaran más en sustancia el régimen.

El PLD solo puede mostrar como hechos políticos relevantes la oficialización de relaciones diplomáticas con Cuba y que en su voluntad no ha habido intención alguna de cerrar la limitada apertura democrática abierta en 1978.   Lo demás ha sido una obra “modernizadora” que no ha devenido en bienestar general para el pueblo, ni en darle a la democracia el componente de participación directa de la ciudadanía en asuntos esenciales de la vida política, cual es, hoy por hoy, el elemento definitorio de los regímenes que se consideran modernos.

Ahora, la cuestión a valorar es que la candidatura del PRM hace posible plantearse la renovación del régimen, esperada desde 1961; o de 1963 si se quiere.  Es una oportunidad, que   puede   ser  realidad  si y solo  si  se actúa con claridad del contenido y sentido de los cambios políticos a pactar; y, si y solo si,  este programa de cambios  gana el apoyo popular, para ganar en el 2016 y  disuadir a los gobernantes a cumplirlos.

La decisión de esta perspectiva va más allá de los cercanos al candidato del PRM, y de los afiliados de este partido, aunque incluye a unos y otros; y de manera principal incluso.    

Si  ninguna  fuerza  sola  puede  derrotar  al PLD; entonces lo lógico es procurar  las alianzas que hagan posible esa derrota.  Si la continuidad del PLD en el poder se visualiza como un problema, entonces hay que colocarse en una actitud  para  impedirlo.

La fuerza moral de sectores de la oposición, que tendría un efecto electoral multiplicador, junto a la que se haya acumulado en términos de perspectiva de votos, deben ser puestas al servicio del cambio de gobierno en el 2016,  y  en  ese mismo movimiento potenciarlas, para lo mismo garantizar que se cumpla  el programa acordado, que para seguir adelante en busca de los objetivos a los que hemos dedicado 50 años de militancia.


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